Sin nada eterno
Los quería, los quería con locura, pero ,a veces, el destino juega con la distancia y tendemos a terminar heredando su soledad.
Ella, no podía parar de mirar las
cuatro blancas y vacías paredes que la rodeaban, eran el reflejo de sí
misma, solitarias y sin vida. Le hacían daño, le recordaban lo lejos que
estaba de casa, de todo aquello que conocía y tanto anhelaba. Hay senderos en los que
debemos caminar solos, pero resulta muy difícil cuando toda la vida has
caminado acompañado.
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