El dinero no compra la felicidad
Y hay estábamos las dos, frente a frente, una tarde de
domingo, la lluvia era presente de nuestros fracasos, en la mesa dos
chocolates. Nuestras miradas perdidas dentro de esas deliciosas tazas, mientras
nuestras mentes buscaban soluciones a nuestros problemas. Tan diferentes pero a
la vez tan iguales. Siempre digo que hay personas que se merecen el mundo
simplemente por como son. Ella, igual de sonriente que siempre, intentaba mirar
el lado bueno de las cosas, es algo que me apasiona de su personalidad, algo
que solo ella sabe desprender. Una chica que brilla por luz propia, que no
necesita a nadie para relucir, un diamante en bruto. Sólo unos pocos logramos
apreciarlo, pero es suficiente para ver que tiene algo que le hace diferente al
resto. Siempre ahí, al pie del cañón, ayudando a todos. Nadie jamás pensó que llegaríamos
a ser lo que somos ahora, es imposible deparar el futuro, pero soy afortunada
al tenerla conmigo, al levantar la mirada de esa taza de chocolate y verla
enfrente. Me enorgullece poder decir que soy su amiga y que una amistad como la
suya no podría comprarla ni el mayor tesoro del mundo.
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