Mi, me, conmigo.

Es octubre, y ya se ven las hojas amontonadas en los rincones de los parques,
y comienzan a notarse los primeros fríos en la capital 
y esa lluvia, que nos engaña a todos, diciendo que no cala, pero que al final, termina hundiendo.
Y la oscuridad, nos invade antes, eclipsando al sol y a su vez, la alegría que nos producía su calor.
Entonces es cuando me preguntas, por qué decidimos sufrir en otoño.
Y me doy cuenta de que, por fin, tengo un motivo por el que compartir manta y chocolate caliente y sonreír entre vahos de frío. 
Que empiezan a cobrar sentido esos tópicos de quedarse en casa y verte tirado en la cama
y deshacerla,
y deshacernos, en el intento...
Que soy la locura llevada al extremo entre tus brazos de hierro, entre esas sonrisas de complicidad.
Porque, qué razón tenía quien digo que "Una mirada vale más quien mil palabras". 
Y es que no conocéis la suya.
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