Aun te tengo en vena

No volvimos a vernos y borre su número del móvil. Nunca he estado segura de como se olvida, pero pensé que esa era una buena forma de empezar. Me equivocaba. Meses después se me sigue enfriando el cola cao por la mañana mientras espero que venga a desayunar conmigo. Es como cuando tardas un poquito en darte cuenta de que no estás soñando. Así son las cosas: la rutina tarda un poco en darse cuenta de que ya no compartes tu tiempo. He dejado de tararear canciones en la ducha y e llenado la nevera de litros medio llenos, o quizá medio vacíos  o quizá se me están amontonando las razones para buscarle algún día y decirle que vuelva a recoger los recuerdos que dejo. Yo, una de ellas. Una de tantas. Y luego están todos esos "para siempre" a los que el tiempo no hizo justicia, y todos esos "ojalas" que escribimos en las almohadas de las camas. En lo referente a tocar fondo siempre he sido muy competitiva. Y, yo, que siempre había querido tocar el cielo, el de sus labios, porque hubo un tiempo en el que me mude allí y las vistas eran preciosas. No sé. A veces sigo pensando que la única forma de olvidar a alguien es conociendo a otra persona a la que no desees olvidar. Pero, claro, a ver cómo le abres la puerta al amor si, la última vez que entro, solo vino a desordenarlo todo. Y lo desordeno tanto y tan bien que aun, pasado el tiempo, sigues encontrando cosas que no están en su lugar. Entonces, de madrugada, es cuando te pones música y piensas en lo irónico que resulta que exista gente que siga pidiéndote que sonrías. Y es que sonrisas te quedan, pero las razones para sonreír se las llevo todas. Supongo, que estas cosas pasan.

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